
En las crisis se aprecia la eficacia de los Gobiernos y la coherencia de las políticas económicas. Las medidas que se tomen están llamada a convencer a las personas o generar dudas, incertidumbre, miedo. De manera que, si son consistentes las mismas, logrará que la sociedad la apoye y confíe, tomando riesgos que se transformen en oportunidades de empleo y bienestar.
Mas, si la percepción es negativa, la ciudadanía las rechazará. Y esto es lo que esta pasando con la no venida al país de los capitales, cuya responsabilidad recae en el Gobierno y su política económica. Aquí se infunde miedo y lleva a los ahorristas e inversionistas buscar refugio en países que respetan al capital privado, a los contratos. Y de los paraísos fiscales hay 30 (Panamá, Bahamas, Aruba,…)
En esto, Abelardo Pachano (El Comercio, 6 marzo 2009) destaca que “en el país, el considerable déficit de la balanza de pagos que tiene dificultades en ser cubierto no se corrige con amenazas y acusaciones. A la vez que es un problema severo constituye un reto para la creación de una política económica que pueda atraer capitales que no estarían dispuestos hacerlo en condiciones actuales”….”Podría pensarse en un giro de 180 grados en las relaciones financieras internacionales, y en lugar de penalizar la salida de capitales, que mira el lado negativo, poner incentivos al ingreso de ellos mediante cambios en los tributos que regulan a los flujos externos privados”.
Pachano considera que “resultaría atractivo y recomendable eliminar el impuesto del 25% a los intereses que se paga por los créditos internacionales y subir la tasa máxima de interés que reconoce el Fisco para la deducción de gastos del impuesto a la renta. De esta forma, anota, si se adoptan las dos decisiones y el interés máximo se lo pasa del 3.25% actual al 8%, y a eso se suma una mejor definición del origen de los créditos por el tipo de instituciones prestamistas y no por países, con seguridad muchas empresas podrían obtener créditos, hoy escasos, que les ayuden a mantener sus operaciones, cuidar los empleos, cubrir parte de la brecha externa, compensar la caída de depósitos, generar competencia”.
Y el incremento, impulsado por el Gobierno, del 1 al 2% el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD), en vigencia desde enero del 2010, se constituye en una nueva represión no sólo a la salida, sino, a la entrada de nuevos capitales.
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