
Según el diccionario de la Real Academia (DRAE), el “neoliberalismo” es la “teoría política que tiende a reducir al mínimo la intervención del Estado”. Es una modernizada doctrina política que defiende las libertades y la iniciativa individual, y limita la intervención del Estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural.
De acuerdo con la Wikipedia, el término “neoliberalismo” proviene de la abreviación de neoclassical liberalism (liberalismo neoclásico), que es un neologismo que hace referencia a una política económica con énfasis tecnocrá-tico y macroeconómico que considera contraproducente el excesivo intervencionismo estatal en materia social o en la economía y defiende el libre mercado capitalista como mejor garante del equilibrio institucional y el crecimiento económico de un país.
Según estas conceptualizaciones, resulta incorrecto afirmar por parte de los políticos de turno, que el Ecuador ha sido administrada por el neoliberalismo y la economía de mercado.
Si la economía social de mercado se hubiera aplicado en el país, ciertamente el Ecuador tendría un Estado pequeño, dedicado exclusivamente a atender salud, educación y obras de infraestructura, para dar en cambio libertad a la empresa privada para que actúe sobre los sectores de la economía, desde luego, contándose con una lógica regulación estatal.
Con el neoliberalismo, el país habría sido un imán para la inversiones como lo es Chile, porque habría garantizado la libertad económica, no obstante que aquel país es gobernado por una alianza liderada por socialistas.
El Ecuador más bien, ha sido en las últimas décadas, un Estado “grande”, adiposo, a cargo de empresas ineficientes y no competitivas que ha estado involucrado en demasiadas áreas de intervención, dejando poco espacio a la iniciativa privada, porque ha privilegiado aventuras empresariales (Ecuatoriana de Aviación, Tame, empresas incautadas a los Isaías y a la banca quebrada,…) para convertirse en el principal empleador, lo que significa un elevado gasto público y una limitada inversión en salud y educación.
Ahora, el Gobierno impulsa ir a una “profundización” del socialismo. Y ya incursiona con más ímpetu en petró-leos, hidroelectricidad, minería, medicamentos, banano, siderurgia, cemento. Y la intervención se ampliará cuando aborde todas las demás áreas denominadas “estratégicas” que son de exclusiva competencia del Estado.
Neoliberalismo a la ecuatoriana
Mauricio Pozo (Diario Hoy, 27 marzo 2006) destaca que es inaudito cómo representantes de todas las vertientes políticas, de derecha, de izquierda y de centro, si es que todavía existen estas calificaciones, tienen discursos populistas.
Casi todos reniegan del pago de la deuda externa, los acuerdos internacionales, la austeridad fiscal, la Base de Manta, el FMI, el Banco Mundial, el BID, la Oxy y el TLC. Utilizando esos mismos criterios, nadie dice: soy de derecha, parece que les da vergüenza, pues es más rentable políticamente la crítica destructiva, hablar mal de muchos, sobre todo del Gobierno de turno sin criticar lo malo y reconocer lo bueno. Estas actuaciones muestran una de las facetas de nuestra política.
A esta realidad se suman las posiciones ideológicas, deporte que lamentablemente desconoce realidades nacionales e internacionales. Una de las muestras es la afirmación del supuesto modelo neoliberal aplicado en el Ecuador desde hace varias décadas. ¿Modelo neoliberal? ¿Cuál modelo neoliberal? Si algo ha sido la característica del país es la ausencia de un modelo económico. El Estado ha estado y está presente en todas, o casi todas, las actividades productivas. El Estado sigue teniendo presencia activa y en ciertos casos hasta monopolio, en petróleo, electricidad, telecomunicaciones, banca, turismo, transporte, seguridad social, entre otros. ¿A quién se le ocurre que puede existir un modelo neoliberal en el Ecuador con esta extensiva presencia estatal? Este es el neoliberalismo a la ecuatoriana.
Al país le conviene en el menor tiempo posible definir el rol del Estado en la economía para evitar que esta confrontación sea eterna. No hay una línea divisoria clara entre ambos sectores y ciertos grupos políticos siguen abonando porque la ineficiencia estatal se propague a otros terrenos de la economía.
Se deben superar estas taras, muchas de ellas mentales, pues el Ecuador de 2006 es absolutamente diferente al de años atrás. La juventud actual se comunica todos los días con el exterior vía medios electrónicos, los trabajadores de estratos económicamente bajos cuentan con celulares y manejan aparatos electrónicos que hace pocos años era un tema impensable y el país exporta 1 200 ítems de exportación y trae del exterior desde mariscos hasta carne al vacío.
Ese es el nuevo mundo que merece una nueva política que reconozca estas realidades, promueva acuerdos internacionales, exija manejos responsables de las finanzas públicas y respete las obligaciones internas y externas. Basta de extremismos. Con obsolescencia de ideas no ayudamos a nadie, pues los pobres seguirán siendo los más afectados.
Lamentablemente y para desgracia de los ecuatorianos, vivimos un promocionado “Socialismo del Siglo XXI”, que el régimen de Correa lo impulsa con su “Revolución Ciudadana”, para hacer del estatismo, la máxima expresión que haga de motor del desarrollo nacional, misma que resulta ser la antítesis de la manoseada “Larga noche neolioberal”.
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