
La tesis política del correísmo, es de que como ha fracasado el neoliberalismo se necesita un nuevo enfoque político: el “Socialismo del siglo XXI” para generar el “buen vivir.
Pablo Lucio Paredes (El Universo, 8 diciembre 2006) destaca que, contrario a los criterios del régimen que toma el poder en enero del 2007, el Ecuador nunca ha sido (neo)liberal. Tanto así que, “si se levantara de su tumba algún gran liberal y llegara con los ojos vendados, estallaría de risa. Vería que la mayoría de ciudadanos depende totalmente del Gobierno para su educación, salud, infraestructura, ayudas, seguridad social, electricidad, agua, etc”…. “Vería que el petróleo está, parcialmente, en manos estatales al igual que los puertos o la telefonía (donde el monopolio estatal solo se ha roto por los avances extraordinarios de la tecnología celular más que por una visión de apertura competitiva)”….” Vería las enormes intromisiones y regulaciones desde construir una casa hasta crear una empresa, o contratar a un trabajador”…. “Y sobre todo vería que toda esta presencia estatal no decrece como sería claro en un entorno liberal (hay algunos ejemplos de menor intervención estatal como los precios agrícolas o la banca, pero igualmente de empeoramiento de las libertades como el banano o el mercado laboral, y el enorme aumento del gasto público salarial y no salarial)”…. “Conclusión: el Ecuador ha vivido un sistema algo liberal (un tercio), mercantilista otro tercio (entregado a intereses de grupo) y estatista otro tercio, siendo que lo último abre las puertas a lo anterior (dos tercios de mercanto-estatismo en el país)”.
Y antes de que Correa asuma el poder, Lucio Paredes se pregunta y reflexiona:
¿Cuál va a ser el modelo del nuevo Gobierno? Y creo que la respuesta correcta es: más de lo mismo, pero con más dinero. Efectivamente, Petroecuador tendrá más apoyo (está bien) pero en detrimento de la empresa privada;
En electricidad el Estado invertirá más y ocupará más espacio, la banca (en la versión “positiva”) estará mucho más regulada y controlada (y en la versión negativa … ¡quién sabe!), la apertura al mundo será más limitada, la educación y la seguridad social no caminarán hacia un esquema de mayor libertad para escoger y competir.
Más impuestos, más subsidios (eje anunciado de la política económica), más dependencia de la gente en el Estado y menos empuje hacia la creatividad y esfuerzo individual. Globalmente el peso de la política será mayor. Terminaremos con un equilibrio 25% liberal (o menos), 25% mercantilista (habría una cierta lucha contra la corrupción de grupos “mafiosos” lo que está muy bien) y 50% estatista (o más).
Puede aprovechar los importantes recursos que va a manejar, sensatamente: impulso al microcrédito, más énfasis en educación, algo de equidad. Podría ser más de lo mismo mejorado, pero, sin duda, cada vez más lejos de lo que el país necesita: un real modelo de libertades, oportunidades y responsabilidad.
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