
En 2007 llegó al poder un Gobierno convencido que no necesitaba al sector privado para solucionar los problemas del país. El analista Vicente Albornoz (El Comercio, 6 sept 2009) considera que llegó un Gobierno convencido que todo lo privado era malo. Y con esos convencimientos (sumados a un precio del petróleo altísimo), atacó al sector privado (telefónicas, bancos, petroleras, mineras, importadores, tercerización laboral) y aumentó el gasto público con locura. En 2008, el gasto creció en 70% (unos USD 9 mil millones).
Albornoz reseña que en el 2008, la pobreza cayó sólo 1 punto, lo que significó, que a pesar del disparo del gasto público y de que el Gobierno soltó en la economía una montaña de recursos, eso solo sirvió para bajar la pobreza en 1 punto porcentual.
Y es que el gasto del Gobierno ecuatoriano no beneficia a los pobres. Es que el discurso agresivo de la revolución desincentivó la inversión privada y así se dejó de crearse ese empleo tan necesario para ganarle la batalla a la pobreza.
Y el gasto público, puntualizó Albornoz, “no benefició a los más pobres porque el empleo que crea (burócratas) es para las clases media y alta. Tampoco beneficia a los pobres con esos injustos subsidios a los combustibles y con los contratos para los parientes. No, la solución a la lacra de la pobreza no está en aumentar el gasto público a niveles insostenibles, farreándose los ahorros públicos. La manera de beneficiar a los pobres es permitir que el sector privado cree empleo”.
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