
En la Senplades, con el actual Gobierno se levantó el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010 (actualizado después para el período 2009-2014) de 517 páginas, que es mandatario para el sector público y referencial para el sector privado, se establecen las directrices del quehacer futuro para impulsar el desarrollo ordenado y planificado.
Las premisas que animan a los planificados de la Senplades es de que: “ se rescata la planificación”, que “el Estado planifica nuestro futuro del buen vivir”, que se ha producido la “ruptura de la improvisación”, etc.
Más, contra la planificación central y el desarrollo hacia adentro, que ya lo vivimos en los años 80s, diversos criterios se han vertido.
Gabriela Calderón (El Universo 22 julio 2009), por ejemplo, entre otros considerandos, señala que el Gobierno pretende decirnos qué se debe estudiar en la universidad, qué producir cuando trabaje, qué debe consumir y cómo ser solidario (a la fuerza, lo cual ya no es solidaridad), etcétera.
Calderón acota que hay un desconocimiento de la historia reciente del Ecuador. Si analizamos, dice Calderón, siquiera superficialmente, las dictaduras militares de los años 70s y los primeros gobiernos democráticos de los 80s, veremos que todos fueron profundamente “revolucionarios” y planificadores. Casi todos los ministerios que existen hoy fueron creados en esos gobiernos. El sistema de planificación central colapsó a fines de los 80s cuando cayó el precio del petróleo y fue imposible mantener los altos niveles de gasto público. Luego se generaría una población empobrecida por décadas de planificación central. Se habían despilfarrado el primer “boom petrolero” así como en el nuevo milenio, otro gobierno “revolucionario” -de Correa- que se acaba de gastar la segunda bonanza.
Calderón considera que la planificación de desarrollo hacia adentro, que es en lo principal lo que se preconiza, se le da al “Estado mucho espacio para fabricar otra década perdida como la de los años 80s”.
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