

Hoy (diciembre 2009) que esta amenazada la “libertad de expresión” por la manipulación gubernamental que se ejercita en la Asamblea Nacional, vale hacer una reflexión de la “Emancipación de la opresión”.
Francia donó en 1886 la estatua “La libertad iluminando el mundo” como presente a Estados Unidos por la conmemoración del centenario de la independencia estadounidense y como reconocimiento de la larga amistad entre ambos países.
La Estatua de la Libertad -como se la conoce-, que es un monumento de piedra, bronce y acero, de 93 mts de altura, construido en París e instalado en la isla al sur de Manhattan (Nueva York), se convirtió en un símbolo en Estados Unidos, que representa la libertad y emancipación de la opresión. Tiene una imagen con apariencia clásica (estola, sandalias, expresión facial) de la diosa Libertas de la mitología romana, divinidad guardiana de los esclavos que buscaban la libertad.
La estatua que blande en su mano derecha una antorcha encendida es mantenida en alto para remitirse al “siglo de las luces”. En su mano izquierda sostiene una tablilla, que evoca la ley y el derecho en alusión a la “Declaración de Independencia de los Estados Unidos”. Y, al pie de la estructura, están cadenas rotas que simbolizan la libertad.
Y la libertad, en el desarrollo conceptual y filosófico en el mundo libre, se la ha asociado a los conceptos de justicia, igualdad y verdad. Con ello, libre e independientemente, el hombre decide si quiere hacer algo o no; ver u opinar en un canal de TV o no; leer o escribir en un periódico o no. Pero, quien lo hace, es consciente de la responsabilidad de sus actos.
La libertad termina siendo el derecho, la capacidad y la habilidad de nuestra libre determinación y voluntad, soberanía individual y autonomía, para actuar sin restricciones, controles e impedimentos de los gobiernos de turno; aunque si, por las leyes civiles y penales que regulan ciertos derechos, actos o contratos. El “filo de la navaja” es el control interno de las personas y la legalidad normada.
Más aun, la libertad tiene la bondad de empoderar a las personas a explotar su propio potencial, creatividad y la búsqueda de la felicidad, que incluye, la liberación de: la pobreza, la privación, la opresión y el sojuzgamientos que pueda provenir del Estado.
Como nuestras prerrogativas, derechos y libertades individuales y colectivas están garantizadas por la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Art. 18 y 19), aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 en París; y, por la Constitución de Montecristi (Art. 66 num. 6 y 7 y Art. 384), cabe a los ecuatorianos salir a defenderlos, ahora que los derechos a la libertad de expresión, pensamiento y de prensa, en especial, se muestran amenazadas por el Gobierno de turno, que quiere controlarlo todo para promover su visión corrupta y estatista, nos toca marchar en las calles, para luchar y frenar el maniqueísmo del “Socialismo del Siglo XXI”.
Por lo que, la invitación de Carlos Vera de marchar el dia 8 y 9 de diciembre en Guayaquil y Quito, para promover el rechazo a la “Ley de Comunicación” (Ley Mordaza o de Control de Medios) es bienvenida. Y, en salvaguarda de nuestra libertad, las grandes mayorías, físicamente o en el pensamiento estamos obligados a estar presentes en la movilización.
La ausencia en la marcha, en contraste, sería un acto irresponsable e incivilizado, similar a aceptar o alentar sistemas disfuncionales y fallidos como: el nacional-socialismo nazi; el fascismo italiano; el comunista de la ex URSS, de Europa del Este, Cuba, Corea del Norte; el chavista de Venezuela,…
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